lunes, 4 de julio de 2011

Ver una foto y pensar:

Yo te toqué. Le mostras esa foto a todo el mundo, pero ese cuerpo lo toqué yo. Fue mio. Cuantos pueden decir eso? Serán muchos? Ojalá que no, pero yo sé que ese cuerpo me perteneció. En algún momento existimos los dos nada más. El mundo fue nuestro. O la habitación en la que estabamos por lo menos, que es lo mismo porque ese era el mundo para nosotros. Lo único que importaba. Yo te toqué. Yo le hice caricias a ese cuerpo. Yo besé ese cuerpo. Yo puedo decir eso. Yo sé quién sos. Mucha gente te conoce pero yo te leí. Pude ver a través de tu mirada. Nosotros nos dijimos todo con mirarnos. Nosotros nos lloramos. Y nos cuidamos. Yo sé quien sos. Yo te conozco. Yo sé tu historia, yo lloré con vos tu historia. Y también lloramos la mia. Cuantos pueden decir eso? Dios. Yo te conozco a vos, conozco a tu familia, conozco a tus amigos. Todavía me siento raro cuando veo en la agenda del celular los nombres de tu gente. Por qué tengo a tu familia en mi celular? Por qué tengo a tus amigos? Solo para rellenar un espacio más en la agenda. Solo para recordar. Sé como hablás, se como te movés, me lo aprendí de memoria. Y la gente ve tu foto pero no sabe todo lo que yo si. No sabe quien fui. Y no sabe quien sos.

Pero hay un pequeño destello de tranquilidad y quizás, felicidad cuando pienso que sinceramente, no me retumba más quien sos. Lo que sé, lo que hice, está guardado. Como en un cofre en mi cabeza. Todo está ahí. Y en muchos años cuando ya nuestros caminos estén más separados que nunca, ojalá que te cruce. Y que el cofre se vuelva a abrir y por un instante recuerde todo lo que sos. Todo lo que te conozco. No sé.

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Ok, te sigo