domingo, 8 de febrero de 2009

"Las visiones del Paraíso eran para los hombres elegidos, que aparecían en los libros como héroes y mártires de la fe en aquello en que creían. Gente que ya sabía desde la infancia que el mundo los necesitaba. Lo que estaba escrito en el libro era invención de novelista. Durante la cena dijo a los padres que tenían razón: que aquello era un sueño de juventud, y su entusiasmo por la pintura también ya había pasado. Los padres se pusieron muy contentos, la madre lloró de alegría y abrazó a su hijo; todo había vuelto a la normalidad. Por la noche el embajador celebró secretamente su victoria abriendo una botella de champán, que se bebió solo. Cuando se dirigió a su habitación, su mujer, por primera vez en muchos meses, ya estaba durmiendo, tranquila. Al día siguiente encontraron el cuarto de Eduard en estado caótico; las pinturas habían sido destruidas con un objeto cortante y el joven se hallaba sentado en un rincón, mirando al cielo. La madre lo abrazó, le expresó cuánto lo quería, pero Eduard no respondió. No quería saber más de amor. Estaba harto de esta historia. Pensaba que podía desistir y seguir los consejos del padre, pero había ido demasiado lejos en su empresa: había atravesado el abismo que separa a un hombre de su sueño y ahora no podía regresar. No podía avanzar ni retroceder. Sólo cabía, simplemente, salir de escena. Eduard aún se quedó cinco meses más en Brasil, siendo cuidado por especialistas, quienes diagnosticaron un tipo raro de esquizofrenia, quizás resultante del accidente de bicicleta. Entonces estalló la guerra civil en Yugoslavia, el embajador fue llamado con urgencia, los problemas derivados del conflicto bélico eran demasiado acuciantes como para que la familia se pudiera ocupar de él y la única salida fue internarlo en el recién inaugurado sanatorio de Villete."

No hay comentarios:

Ok, te sigo